lunes, 1 de noviembre de 2010

BOLETÍN nº 16 - LA LLAMADA DE LA FE

”Rogad al Dueño de la mies…”

La llamada de la fe

En Abrahán la fe se identifica con el descubrimiento de la propia vocación. Dios le propuso-impuso dejar su tierra, su gente, su nombre para ir hacia un país misterioso. Como lo era también el monte donde se le pide sacrificar algo que era más precioso que la vida, su hijo.

En la historia de Abrahán podemos descubrir las etapas de la “peregrinación de la fe”. Es un viaje pilotado por Dios, que llama al hombre a subir más arriba, a trascenderse en dirección hacia el misterio, a no detenerse ante un dato evidente, en unos pasos seguros, en una meta fácil, a no querer avanzar sólo cuando todo está perfectamente claro. Abrahán tiene que aventurarse en un viaje terreno siguiendo los pasos del Eterno y los latidos del corazón de Dios. En esto consiste la fe. Es una especie de apuesta en la que uno se lanza no porque está seguro de donde va a llegar, sino porque es Dios quien nos pide arriesgarnos y lanzarnos, y estamos seguros de ser acogidos entre sus brazos. La fe es el paso de la preocupación a lanzarse o de la pretensión de realizar sólo opciones seguras, a la valentía de aventurarse en caminos arduos o quizá “imposibles”. La certeza no viene de la propia capacidad, sino del punto de llegada: Alguien que me espera y me atrae, ofreciéndose a caminar conmigo. La fe es el paso de la lógica que se impone por evidencia inmediata, a la lógica de la confianza plena en el Otro. Lógica difícil y misteriosa, poco natural, y sin embargo, liberadora y fuente de realización plena para la persona, que va más allá de la autorrealización decidida por una lógica que tiene en cuenta sólo las propias dotes o la certeza de triunfar.

ORACIÓN DESDE LA PALABRA DE DIOS

- Texto Bíblico: Gén 12,1-7

«El Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. Abrán marchó como le había dicho Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía 75 años cuando salió de Harán. Abrán llevó consigo a Saray, su mujer, a Lot su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Harán. Salieron en dirección a Canaán y atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la encima de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos. El Señor se apareció a Abrán y le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra.» Él construyó allí un altar en honor del Señor que se le había aparecido».

Pasos para la lectio divina.
1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra?
2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento.
3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.
4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?


- Comentario
El relato se compone de un mandato divino: "sal", unido a una promesa de bendición y de una respuesta humana: "marchó" =salió.
-La elección de Abraham es un relato de salida con todas las dificultades que ésta entraña. El patriarca tiene que romper con todos sus lazos más entrañables: la tierra nativa, la casa paterna.
-También es cierto que se le hace una promesa: "la tierra que te mostraré", y una bendición que abarca las aspiraciones humanas de aquella época: “descendencia numerosa” y un "nombre famoso".
Pero todo es un futuro incierto, una marcha a lo desconocido. El mandato divino es un test difícil, implica una espera confiada, un quedar siempre en el aire y con este interrogante: ¿y si no fuera verdad?
-Abraham no puede quedar indeciso. El mandato divino exige una respuesta. El verbo "marchar" indica la obediencia de este hombre que se fía de Dios a pesar de todas las dificultades. La actitud del Abraham que sale es de obediencia y confianza, dos principios de referencia que agrandan sus posibilidades hasta el infinito, pues es Dios el término de su obediencia y confianza. Abraham se orienta así hacia una grandeza que es la de Dios; no sale al vacío, sino para entrar en infinita plenitud; abandona el eje de seguridades de la naturaleza para entrar en el de la gracia. Por eso, él es el modelo de la fe.
-El éxodo de Abraham es prototipo de todo éxodo humano, tanto a nivel individual como colectivo.
Es necesario desinstalarnos porque nos estamos arraigando sin cesar, como la yedra que encuentra siempre un trozo de muro donde engancharse.
Toda vocación empieza por una llamada que nos saca de nuestra casa y de nuestras casillas. Puede tener formas diversas, pero siempre es una llamada a ponerse en camino, a superarse, trascenderse y transfigurarse. La llamada puede decir: “sal” o “sube” o “baja” o “ven”... No sabemos lo que nos espera, pero hay promesa y bendición: «crecerás, te ensancharás», “tendrás fruto”, “darás vida”, “vivirás”…

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS”
Padre bueno, Jesús nos dijo:”La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.
Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad, Te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.
Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.

«El hombre en tanto parece hombre, en cuanto confiesa su pequeñez
e insuficiencia para obtener por sí solo la perfección de las cosas. Por
eso, en las grandes empresas sus miradas se dirigen al cielo, a donde
su buen instinto lo arrastra, seguro de hallar el acierto en la fuente de
toda bondad y de toda sabiduría». (J. Usera)