miércoles, 1 de junio de 2011

BOLETÍN nº 23 - Testigos de la fe

Testigos de la fe

Boletín DICOVAD nº 23

Junio 2011


Nuestra fe personal en Cristo, nacida del diálogo con Él, está vinculada a la fe de la Iglesia: no somos creyentes aislados, sino que, mediante el Bautismo, somos miembros de esta gran familia, y es la fe profesada por la Iglesia la que asegura nuestra fe personal. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros. Agradezcamos siempre al Señor el don de la Iglesia; ella nos hace progresar con seguridad en la fe, que nos da la verdadera vida.

En la historia de la Iglesia, los santos y mártires han sacado de la cruz gloriosa la fuerza para ser fieles a Dios hasta la entrega de sí mismos; en la fe han encontrado la fuerza para vencer las propias debilidades y superar toda adversidad. De hecho, como dice el apóstol Juan: « ¿quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?». La victoria que nace de la fe es la del amor. Cuántos cristianos han sido y son un testimonio vivo de la fuerza de la fe que se expresa en la caridad. Han sido artífices de paz, promotores de justicia, animadores de un mundo más humano, un mundo según Dios; se han comprometido en diferentes ámbitos de la vida social, contribuyendo eficazmente al bien de todos. La caridad que brota de la fe les ha llevado a dar un testimonio muy concreto, con la palabra y las obras. Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás. En la era de la globalización, sed testigos de la esperanza cristiana en el mundo entero: son muchos los que desean recibir esta esperanza. (Cfr. Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011)



- Texto Bíblico: Iª Jn 5,1-5

Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria del mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?


Pasos para la lectio divina

1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra?

2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento.

3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.

4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?



- Comentario
El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios
La fe y el amor aparecen en íntima conexión en esta primera carta de San Juan. "Amémonos unos a otros... todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios..."; "quien cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios". El autor explica la relación entre ambas. La fe en Jesús, como el Hijo de Dios, es la raíz y el origen del amor fraterno y de la comunión con Dios. Esto es el núcleo del mensaje predicado por los apóstoles, por los testigos.
El que cree ha nacido de Dios, es hijo de Dios y, como consecuencia, ama al que le ha dado el ser, al Padre, y a todos los que han nacido del Padre. Hay en estas palabras un proceso que va de la fe, al cumplimiento de los mandamientos, es decir al mandamiento del amor; del anuncio de lo que somos -hijos de Dios y hermanos- a lo que debemos hacer: amarnos mutuamente. Quien cree que Jesús es el Cristo, nace de Dios, ama a Dios y a los hijos de Dios.
La fe y el amor se reclaman mutuamente: la fe se manifiesta en el amor hacia los hijos de Dios, pero también es cierto que el amor cristiano no puede existir sin la verdadera fe cristiana. El amor a Dios es el baremo del amor a los hermanos; pero el amor cristiano es de origen divino, es algo más que el mero humanismo.

Lo que ha conseguido la victoria del mundo es nuestra fe...
Aquella comunidad que vivía como si tuviera "un solo corazón", necesitaba esta visión alentadora ahora que vivía en medio de un mundo hostil. Creer que Jesús es el Cristo y adherirse incondicional y firmemente a su persona es, en este momento de persecución e incomprensión, el fundamento de su fortaleza y de su valentía ante las dificultades. Vencer al mundo supone esta fe en el Hijo de Dios.
San Juan, experimentado conocedor de su Iglesia, explica lo que significa "creer". La fe vivida en el amor hace de los cristianos vencedores del mundo. La fe es fuerza victoriosa. Por otra parte, Cristo había dicho: "Tened valor: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). La victoria de Cristo es un tema querido para san Juan; si creemos en la persona de Cristo Jesús, participamos en su victoria. El vencedor del mundo es el que cree que Jesús es el Hijo de Dios y vive de acuerdo con su fe. Esta fe es posible gracias a la acción del Espíritu. Cuando el mundo rechaza a Cristo, los cristianos, asistidos por el Espíritu, seguirán creyendo con la firmeza que el Espíritu Santo les comunica.

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS”

Padre bueno, Jesús nos dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.

Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad, te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.

Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.




“El católico ve en cada hombre un verdadero hermano, un hermano al que se halla ligado con vínculos más sagrados y fuertes que los de la sangre. Y las creencias piadosas, las máximas consoladoras, las tiernas prácticas de su religión, que le unen con Dios, Padre común de todos, le estrechan íntimamente con sus semejantes”. (J. Usera)