lunes, 1 de febrero de 2010

Boletín número 7 - Vocación a la vida consagrada.

Vocación a la vida consagrada

Lema de la jornada
El día 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia celebra la Jornada de la vida consagrada. Ocasión oportuna para alabar al Señor y darle gracias  por el don inestimable de la vida consagrada en sus diferentes formas; al mismo tiempo, es un estímulo a promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima por quienes están totalmente consagrados a Dios.

En efecto, como la vida de Jesús, con su obediencia y su entrega al Padre, es parábola viva del "Dios con nosotros", también la entrega concreta de las personas consagradas a Dios y a los hermanos se convierte en signo elocuente de la presencia del reino de Dios para el mundo de hoy.

El modo de vivir y de trabajar de los consagrados puede manifestar sin atenuaciones la plena pertenencia al único Señor; su completo abandono en las manos de Cristo y de la Iglesia es un anuncio fuerte y claro de la presencia de Dios con un lenguaje comprensible para nuestros contemporáneos. Este es el primer servicio que la vida consagrada presta a la Iglesia y al mundo. Dentro del pueblo de Dios, son como centinelas que descubren y anuncian la vida nueva ya presente en nuestra historia. (Benedicto XVI, 2 de febrero 2006)

ORACIÓN DESDE LA PALABRA DE DIOS

- Texto Bíblico: Juan 12,1-11
«Jesús, seis días antes de la pascua, fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los comensales. María, por su parte, tomó una libra de perfume de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, enjugándolos luego con sus cabellos, por lo que la casa se llenó del olor del perfume. Entonces dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar: « ¿Por qué no se ha vendido este perfume a gran precio y se ha dado a los pobres?». Esto lo dijo no porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón; y como tenía la bolsa, robaba de lo que había en ella. Jesús dijo: «Déjala que lo haga para el día de mi sepultura. A los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre». Muchos judíos supieron que Jesús estaba allí y acudieron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Por eso los sumos sacerdotes determinaron matar también a Lázaro, pues por él muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús».


- Pasos para la lectio divina
1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra?
2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento.
3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.
4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?


- Comentario
Betania es la casa de los amigos de Jesús, el lugar de su comunidad. Allí le ofrecen a Jesús una cena en agradecimiento por el don de la vida. Marta representa a la comunidad donde el amor se tra¬duce en servicio. Lázaro, que había muerto y vive de nuevo, representa a la comunidad donde la muerte es vencida.

María irrumpe en el relato sin presentación. No habla con nadie, ni siquiera con Jesús. Es su gesto la palabra más elocuente: se postra ante Jesús, unge sus pies con perfume muy caro y luego los seca con sus cabellos. María, con este gesto, representa a la comunidad en su relación íntima con Jesús. El perfume que derrama es símbolo del amor de la comunidad por Jesús, respuesta al amor que de Él ha recibido. María se presenta como fiel seguidora de Jesucristo en un gesto de amor profundo, de gratitud y de compromiso.

Junto a María, servidora de la vida, aparece Judas, cómplice de la muerte que se opone a la unción; prefiere el dinero al amor y pone precio a Quien no tiene precio. Jesús defiende el gesto de María: “Déjala” es la un-ción anticipada de su cuerpo muerto. Es una unción para el servicio hasta la muerte por amor.

"La casa se llenó de la fragancia del perfume". La casa entera, la comunidad, se llena de la fragancia del Espíritu, del Amor recibido de Jesús que se hace vínculo de unión entre los discípulos. La comunidad cristiana se sabe llamada «a ser para Dios buen olor de Cristo en los que se salvan» (2 Cor 2,15). La vida cristiana hace que el buen aroma de Cristo y la verdadera vida se difundan en el mundo.


ORACIÓN POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS”
Padre bueno, Jesús nos dijo: ”La mies es mucha y los obreros pocos,
Rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”.
Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.
Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad,
Te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.
Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.

Oramos a Maria con Jerónimo Usera
¡Oh hermosísima María!, desde la eternidad el Altísimo te eligió por Madre suya, y esta elección nos trajo la salud, la alegría y el contento. Tú, dulcísimo María, eres el jardín sembrado de deliciosas flores, que produjo a Jesús, rosa del campo, azucena de los valles y árbol verdadero de la vida. Ahora, bellísima María, concédenos adornemos nuestras almas con el tesoro de gracias y de virtudes que encierras: y muy principalmente con la santa humildad que te condujo a la alta excelencia de ser Madre de Dios. Así nos haremos dignos de ti y de tu divino Hijo.

Nos dirigimos a ti para repetir muchas veces la salutación angélica. ¡Oh buena Madre de los pecadores!, que no se aparte jamás de nuestros labios “el Dios te salve, María”, que este “Ave María” sea el dulce imán de nuestros corazones para aborrecer lo que Dios aborrece y para amar todo lo que Dios ama. (J. Usera )